- En los siete años que duró su temporada parisina (1926-1933),
Alexander Calder se consolidó como el artista que todos conocemos. El
contacto con otros artistas como Jean Arp y especialmente Piet Mondrian, surtiría
un efecto de expansión en su producción artística, que le haría dar el
salto de las dos a las tres dimensiones. En esos años aún no habían ni
Mobils ni Stabils, pero sí había algo que sorprendió y que
instantáneamente se convirtió en el espectáculo que los artistas y
amigos reclamaban al caer la noche en su taller: "El Circo de Calder".
Lo que comenzó siendo un divertimento personal, para aplacar los
momentos de soledad, terminó convirtiéndose en la atracción del
personal, en una obra genial de micro ingeniería y arte cinético, que
atesora celosamente el Whitney Museum en su totalidad, al ser donado por
el artista en el año 1970. Caballos, trapecistas, equilibristas,
bailarinas exóticas, todas las estrellas del mundo circense realizadas
en alambre, maderitas, corchos, trozos de tela, que se movían casi por
arte de magia ante la mirada infantil de los espectadores. Un
espectáculo que sólo el genio de los alicates y el equilibrio podía
brindar.
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