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miércoles, 23 de enero de 2013

"Volar, qué fácil es..."

  Joseph-Ettiene (1740-1810) y Jacques-Michel Montgolfier(1745-1799) fueron a todas luces dos verdaderos exponentes de la Ilustración francesa. Fieles a los principios de arrojar luz sobre lo desconocido, dieron un paso fundamental hacia la Modernidad.

Como suele suceder con los grandes descubrimientos, fué tras largas jornadas de observación pero básicamente por casualidad que lograron desafiar a la Ley de Gravitación Universal. Al secar una camisa frente a la chimenea, ésta se llenó de humo caliente, inflándola hasta hacerla elevarse por el aire de la habitación. Este hecho fué tomado como principio científico y lo aplicaron a bolsas más pequeñas de papel, que lanzaban al aire, mientras permanecían encantados observándolas como desaparecían en la profundidad del cielo. 

 Desde siempre el hombre sintió la necesidad de liberarse de la fuerza de gravedad que lo mantiene con los pies en la tierra. Desde los griegos con el mito de Dédalo "el artesano" y su hijo Ícaro, o posteriormente con Simón "el Mago", un romano que en el año 66 intentó volar, logrando romperse unos cuantos huesos, el sueño de volar siempre ha sobrevolado nuestros pensamientos. Cuentan que el mismo San Pedro presenció el acto fallido del romano. 

 Son varios los ejemplos de osados inventores voladores en la antigüedad que acabaron con sus osamentas contra el suelo, intentando emular el arte sublime de los pájaros, pero fué recién en el SXVIII con los hermanos Montgolfier que ese sueño prosperó, fué posible a varios metros de altura, marcando un antes y un después en la historia de la aeronáutica.

Un cálido 5 de Junio de 1783, los hermanos efectuaron su primera suelta de artefacto volador, que como todo comienzo fué desmedido. Se necesitaron ocho personas para aguantar el proyecto de "globo"  para que no saliera pitando sin control. De forma irregular, de once metros de altura, hecho con madera, tela y papel y calentado con la combustión de una mezcla de paja mojada y lana el globo tensaba las cuerdas que lo sujetaban. Al soltar el ingenio volador, se elevó hasta más de mil metros de altura, aterrizando diez minutos después a más de una legua, unos seis kilómetros de su punto de partida. Los participantes de este hecho histórico, en la ciudad de Annonay, quedaron atónitos al ver elevarse el trasto humeante por sobre las  nubes.


El éxito del primer proyecto de globo, les "llenó de aire la camiseta" a los frères Montgolfier y les otorgó la fuerza necesaria para no  bajar los brazos y emprender un segundo intento. El 27 de Agosto de ese año, en el Campo de Marte de París, lanzaron otro globo  elaborado con la ayuda de dineros públicos. Esta vez con materiales más ligeros, logrando elevarse con más fuerza, cayendo a cuatro de leguas de París. Cada paso superaba al anterior. Los hermanos, sabiendo que esto no era más que el preámbulo de un proyecto más sofisticado, no tardaron en presentar su obra maestra. En menos de un mes, el 18 de Setiembre, en el majestuoso entorno de los jardines de Versailles, los pioneros aerostáticos soltaron el primer globo tripulado en presencia del rey Luis XVI y su corte. Un artilugio de casi veinte metros de alto por doce de ancho, como una enorme tienda de campaña azul con detalles en oro, que en su parte inferior llevaba colgando una cesta con tres tripulantes de lujo: un carnero, un gallo y un pato. Tras recorrer media legua en veintisiete segundos a una altura de quinientos metros, descendió amablemente  sobre la campiña gala. Al arribar, los observadores encontraron al carnero pastando junto al pato en perfectas condiciones y al gallo con un pequeño golpe en su cabeza, pero retozando alegremente, sin señales de un daño mayor. El éxito fué rotundo, los ciudadanos no tardaron en comprar miniaturas para hacer volar en sus casas. La "montgolfiermanía"acampaba a sus anchas. Algún diario de la época se preguntaba en sus páginas: "Qué utilidad producirá este descubrimiento?", arrojando sombras sobre ese par de hermanos que lo único que querían era compartir la experiencia tan ansiada de alejar los pies del suelo sin sufrir magulladura alguna.

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