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domingo, 10 de febrero de 2013

-"Carnaval"-


- En estas fechas de carnavales los recuerdos fluyen alegremente. Hago un repaso de los distintos carnavales vividos, en una cuenta hacia atrás hasta llegar al último, es decir al primero.

Los carnavales de barrio son los más imperecederos en el recuerdo, por la cercanía, por el protagonismo que toman los vecinos y el sitio donde uno vive que conoce palmo a palmo.
Que coincidieran con la época estival ayudaba a que la fiesta gozara de más libertad de acción, con unos shorts, la cara pintada con un corcho quemado y un pomo de agua, ya estábamos preparados para participar de la ceremonia.

La parafernalia carnavalera oficial tenía su encanto pero uno no acababa de participar del todo. Los policías cuidaban que no se tiraran bombas de agua a los carros alegóricos, la reina del carnaval era cuidada celosamente, aunque siempre había alguno que se apañaba para embocarle un bombazo en todo el pecho, mientras sonriente, la monarca, saludaba en cámara lenta. Con el tiempo la intensidad de la fiesta catártica, para uno, fué menguando. Las reglamentaciones cada vez más severas y ejemplarizantes fueron transformando los desfiles de carnaval en una procesión pagana sin ningún protagonismo del público que pasó a interpretar el papel de espectador sumiso.

Pasados algunos años, con los carnavales ya olvidados, un amigo me prestó "Crónicas del Ángel Gris", de Alejandro Dolina. Por ese entonces yo viajaba unas horas en autobús a realizar un trabajo puntual. El largo trayecto, bastante tedioso, era el momento exacto para leer, por lo que inmediatamente abordé el libro prestado. Más o menos conocía el humor de Dolina, por su programa radial, también sabía del universo del barrio de Flores y sus muchachas irresistibles, pero leerlo era algo totalmente diferente. Por momentos el silencioso trayecto, era roto por alguna carcajada imposible de contener por las situaciones delirantes de la historia. Los compañeros de viaje, hacían un leve giro de cuello y descubrían que era alguien que leía absorto quien sabe qué tontería. Entre todos los capítulos hubo uno que me hizo llorar de la risa, literalmente y que tiene relación con estos días de Carnaval: "El Corso Triste de la Calle Caracas"*.( http://www.literatura.org/Dolina/corso_triste.html ).

Pero más que los carnavales, el viaje, el libro, etc. hubo algo que me sorprendió sobremanera y fué que durante el trayecto, la gente que me veía leyendo, el primer reflejo de tenía era buscar en sus carteras o bolsillos y leer lo que encontraran, lo que tuvieran más  a mano, un ticket, una boleta de compra, una revista, un shampoo.

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