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domingo, 30 de diciembre de 2012

"Vecinos y Rivales"

La rivalidad sana es uno de los motores que impulsan a las personas a superarse y un estímulo para aguzar el ingenio cuando de  humillar al adversario se trata.

A lo largo de la historia se han dado diversos casos de rivalidades.
En el "mundo del arte" la malicia y la falsedad eran y son moneda común, pues es uno de los territorios donde el ego adquiere dimensiones tan desmesuradas que no admite en su conflictiva soledad la presencia amenazadora de un artista "mejor".

Es conocida la anécdota del intercambio de obras entre Pablo Picasso (1889-1973) y Henry Matisse (1869-1954).
Matisse veinte años mayor que Pablo Ruiz, le propone un intercambio de cuadros. Picasso acepta y Matisse es el primero en elegir, concertan una visita al atelier de Picasso y se queda con una pintura muy buena. Llegado el turno del malagueño, le visita al maestro francés y elige una obra bastante mala, incolgable, lo cual despierta la curiosidad del anfitrión. Matisse le hace un comentario acerca de lo mala que es esa obra y que hay mejores para elegir. Pero Picasso, más pícaro que hermoso, le espeta "cuando la gente vea lo mala que es tu pintura, dirá, qué mal que pinta Matisse". Lapidario.

Existen muchos casos por el estilo en la historia, pero el siguiente caso en especial no tomó tanta relevancia por haberse dado en otras circunstancias pero no deja de ser una muestra de astucia humana.
Este par de anécdotas se remontan a los años 30, a la lejana República O. del Uruguay y tiene como protagonistas a dos célebres arquitectos locales:
Julio Vilamajó (1894-1948) y Mauricio Cravotto (1893-1962).

Vilamajó, hijo de un comerciante emigrado de Perpignan, cursó la carrera de aquitectura en la "Facultad de Matemáticas" predecesora de las facultades de Ingeniería y Arquitectura y se graduó en 1915 a sus 20 jóvenes años. En 1920, tras presentar un proyecto a un concurso y ganarlo, es premiado con un viaje por Europa donde estudia a fondo la cultura mediterránea. Tras vaiajar por Grecia, Francia, España, Marruecos y Túnez, retorna con un concepto bastante personal de la arquitectura. Aunque parte de una base "funcionalista" francesa, a sus  proyectos los dota de ornamentación morisca, española y clásica, logrando un estilo que lleva su sello inconfundible.

En el otro rincón, se encuentra Mauricio Cravotto, quien tras una impecable carrera en la misma facultad que Vilamajó, se gradúa con Medalla de Oro, dos años después, en 1917, a los 24 años.

"Casa Cravotto" y "CasaVilamajó"
Aunque se conocían mutuamente y se respetaban como colegas, el factor desencadenante fué la construcción por parte de Vilamajó de su propia casa.
Fiel a su estilo, Vilamajó construyó su casa en 1930, en un soleada zona montevideana. La casa contaba (y cuenta) con cinco plantas, cada una con una función específica y con elementos decorativos de reminiscencias moriscas, con sus arcos y jardines interiores. El caso es que a los dos años, en 1932, Cravotto construye su propiedad frente por frente a la de Vilamajó. A escasos 50 metros edificaba la casa su futuro adversario. 

No faltaron ocasiones en que ambos arquitectos se encontraban por la calle, pero en una en especial al verse frente a frente, Vilamajó le dice a Cravotto: "tu casa es mejor que la mía" a lo que Cravotto un tanto sorprendido responde: "sí?, te parece?", "y sí" responde Vilamajó, "porque desde tu casa se ve la mía". Baja el telón.

En otras ocasiones, coincidían en concursos de arquitectura, (Cravotto, construyó varios edificios del Estado por concurso) y como ambos estudios se encontraban enfrentados, Vilamajó que mostraba más malicia que su vecino, se las ingeniaba para atormentarlo. Tras una jornada de trabajo en el proyecto para el concurso en que ambos participaban, abría las cortinas de su ventana y dejaba la luz encendida de su mesa de dibujo, toda la noche, simulando estar la noche en vela proyectando, sabiendo que eso perturbaría a Cravotto que seguro lo estaba observando desde algún rincón de su estudio. Se llegó a saber que dejaba un maniquí sentado a la mesa simulando estar trabajando por horas y horas y también que Cravotto sufría épocas de insomnio fulminante.

Una mínima historia, de una pequeña sociedad, que pinta de cuerpo entero a los seres humanos en sus luchas y desvelos.


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